Útero

“Salgo sólo unos breves momentos.
Sólo a respirar algo de aire puro con el que oxigenar las ideas viciadas y el conflicto de egos en la reunión previa.
Sólo bajo para eso, no bajo a fumarme un cigarrillo.

Hay dos chicas que conversan.
De veinti-muchos y de treinta-y-pocos años.
Fuman.

Estoy abstraído, concentrado en mis cosas.

Se les une una tercera.
Conversan.
Fuman.

Sigo abstraído, sigo concentrado.
En mis cosas.
Me alejo unos instantes.
Observo que un camión de reparto se empeña en pasar por un espacio absolutamente imposible.
Me imagino a los Espejos Retrovisores de los coches aparcados al lado como seres animados que imploran clemencia.

Regreso hacia la puerta.

La tercera chica se marcha también.

Percibo un silencio cómplice entre las dos mujeres que ya estaban en la entrada.
Cuando la tercera ya se ha alejado lo suficiente, percibo una histriónica mirada entre las mismas acompañada por un sutil cuchicheo por parte de la que no sólo es menos agraciada, sino que es distintivamente la más fea.

Y se escuchan unas risillas.
Que se ahogan sonoramente en el instante en la que la puerta giratoria de cristal está a punto de guillotinarme.

***

Me he quedado en silencio.
He recordado unas palabras.

“...Pero mira que somos complicadas las Mujeres, a mí personalmente me gustan más ellos.

Si dos tíos hubieran tenido la mitad de la mitad de los buenos momentos (para mí lo fueron) que hemos tenido _______ y yo , hubieran sido hermanos de sangre, almas gemelas, como si hubieran ido juntos a la mili, como si hubieran sido los padrinos de sus respectivos hijos ....

pero no, nosotras no.

Nosotras, las Mujeres, estudiamos a la otra, la contemplamos como una potencial rival

(ya lo dice Carmen Alborch, el mayor enemigo de una mujer es otra mujer),

estudiamos cada comentario, cada palabra, cada gesto, cada sonrisa, cada trapito que se pone, cada maquillaje, cada movimiento,

al acecho, disimuladamente, jiji-jaja, besito por aquí-besito por allá,

pero al acecho...

esperando que la otra cometa un error, esperando a que la otra diga una palabra que pueda ser malinterpretada,

esperando nosotras tener razón, y cuando una de las dos se descuida,

porque piensa ... ¡no! ¡con ésta no me va a pasar!, ... que no tienes que medir tus palabras ... , que no tienes que cuidarte ... , que no tienes que ir con pies de plomo ... , pues en ese momento,

una de las dos decide: ya está! , ya ha cometido el error !,

no me entiendo con ella, que nó-nó-nó,

que sí, vale, que quizá sí hemos vivido buenos momentos

pero que oye-ssss, que no fueron tan buenos,

que no fueron para tanto ...,

no, no ... realmente ella no es tan buena como parecía al principio ... ...

Yo qué quieres que te diga ....

los prefiero a ellos, son más simples, no te estudian, te aceptan como eres.”