Insinuación

"Los procesos se inician, se desarrollan, y concluyen. Algunos permanecen en la retina de los que los crearon. Otros se aparcan en las brumas de la memoria. Mas o menos, siempre ha sido así".

Enuncia él la frase con la parsimonia de quien se resigna a una verdad ineludible. Su última palabra ha coincidido con el último tema del cd. Y se levanta del sofá. Un blanco sofá.

-" ¿ ..un poco más de vino.. ?"
-"Sí.Sólo un poco más."

Observa ella la dinámica del instante con la capacidad radiográfica de mujer que atesora Galerías de Imágenes. Y le observa a él. Le gusta ese toque descuidado que se aleja de cánones de los dominicales coloristas. Y le gusta sus movimientos felinos, algo que parece extraño, que es poco habitual. Pues las gatas siempre fueron ellas. Casi siempre. Son felinos, sus movimientos, no son estrictamente lentos. Son sinuosos. Coordinados. El pantalón blanco ancho de estar por casa, la camiseta caqui y esas sandalias le confieren el aspecto de un guionista que parece rescatado de una secuencia metropolitana parisina. Absorta ella en estas esencias, alza él su voz, y queda semiaturdida :

-"La gente no sabe valorar este vino .. Alguien me comentó este tiempo atrás que éste, en concreto, no está ganando cuota .. que no cuaja .. y .. ya ves .. es un caldo sencillamente cojonudo .."

Se le escapa a Marta una sonrisa cuando él cataliza así sus expresiones. Recuerda, aún, con cierto grado de ambivalente bochorno, aquella cena en la que él mencionó la faja eléctrica de Ana Botella y el dildo de Sonsoles. Y la exasperante tensión implícita en sus contertulios. Y también recuerda cómo a tenor de los acontecimientos de aquella noche, Irene, la siempre preparadísima y ojo avizor para la caza Irene, recuerda cómo Irene coqueteó con él con el sutil descaro que posibilita el mundo específico y el ejercicio de la refinada abogacía.

-"Marta, hey, ¿ estás ... eoo ... ... ? Hóoola ?"


Marta absorta, que no abducida.
Con un microflash en su mente.
Se seca el cabello ante el espejo antes de prepararse para venir a la casa de él. Y en ese momento, Marta se ha preguntado por qué él nunca había intentado "ese algo más", "ese pasito más".
Se ha vengado autofustigándose, conscientemente, ó quizá no, y ha escogido un conjunt de ropa íntima absolutamente neutral. "Capullo : no me verás en bragas esta noche. Y si me vieras : jódete. Que a diferencia de otras veces en que te lo has perdido, me vas a ver con éstas que parecen sacadas de mi primera comunión .."

-" Marta ... hóoola ... ? ¿ que se te ha subido el vino ... ?"
-" No.. no.. Estoy muy bien. Muy bien."

En cierta ocasión Marta e Irene hablaron sobre cuál de ellas sería capaz de acostarse con un tipo como Federico Luppi. Irene se debe llamar Irene, porque siempre Ironiza, y aprovechó el tacto del capote conversacional para mascullar sobre el efecto de las canas de aquél en el brío del macho que se entrega como donante de sensaciones a su hembra.

-" Siempre acabas pensando en lo mismo -le reprochó Marta-. Estás salida porque nunca te ha entrado algo. Y ya sabes a lo que me refiero con "entrado" : te has plantado con 35 años con sabor a derrota y con condones gastados siempre de un tipo de tío del que jamás te enamoras."

La hizo llorar.
Con silencios de rencor, entre ellas, de ésos silencios y de ese rencor que ejercitamos con los que queremos de verdad, y que precisamente han de soportarlos por ser nosotros los que tenemos que decirles ciertas cosas con una crueldad verídica. Absolutamente letales.

Extendidos en el sofá, plácidamente, la suave luz halógena circunda un contraste de sombras embellecidas por las anárquicas notas en el ambiente esparcidas por Ryuichi Sakamoto.

Su mirada furtiva se dirige a favorecer la complicidad del silencio. No me mires, para no mirarte. No te miro, para que no me mires. La Sinfonía del Deseo se ejercita más y mejor como fruta madura, sublima una agnóstica Marta. Una Marta que se resiste a admitir que un tortuoso enjambre de dardos y de elíptico calor se encienden en su cuello, en su pecho, y en la difusa franja de Gaza y Cisjordania que se dibuja entre su ombligo y entre su sexo. La pequeña Muerte que anhela es la pequeña muerte que él le regala.Así, en momentos como éste. Como ya se han vivido, sentido, atesorado. Manantial de aguas que confluyen en la cercanía del Duelo del Deseo. Flota. O lo parece. O le parece a Marta. O lo anhela. O es él el que lo silencia. El tejido de gasa testifica como termómetro de una atmósfera. Y la aceleración del pulso potencia ese ligerísimo sudor en el pecho que potencia los restos de su perfume. Una décima de segundo, dos, tres quizá, y quizá suenen trompetas de lo ineludible. Tan cerca de la victoria de su femineidad como de la sospecha escéptica de que, quizá, como en ocasiones anteriores, no admita él su rendición. Ríndete, y abandona la cerebral compostura. Encabróname, pero no de esta manera. Dedícate, dedícame. Déjate llevar. Fluyamos. Tensa espera. Segundos. Miradas. Dudas. Insinuación. Diana. Error. Equívoco. Erotismo de lo falible. Falible. De Falo. Mujer, hembra. Con dudas. Ultimo intento. Insinúas. Error. Error.

Error.

La ausencia. De la chispa. Del click.


-" Yo prefiero perderme en los laberintos de pasiones que no caminar siempre, como tú haces, por tus avenidas cartesianas. Para poner bien cachondo a un tío que te gusta, hay que ser en ocasiones mucho más desinhibida y no tener que demostrarle que sabes hacer ecuaciones diferenciales ó que sabes conjugar la declinación del dativo. Las pollas, Marta, a ver si te enteras, no entienden de latín, ni de Cálculo Integral. Son pollas : po-llas. A ver cuándo te enteras, que ya cumples los 38, y todavía no te has enterao de dónde le vino a Mozart la inspiración para la Flauta Mágica. "

Irene la hizo llorar.
Con silencio de rencor, entre Marta e Irene, de ésos silencios y de ese rencor que ejercitan las que se quieren de verdad, y que precisamente han de soportarse por ser ellas las que tienen que decirse ciertas cosas con una crueldad verídica.

Absolutamente letales.