miércoles, diciembre 20, 2006

Negligencia



“Acompañado de un amigo.
Soy un invitado circunstancial.
Casi de semipiedra.
La familiar directa de una de las antiguas colaboradoras de Ágata Ruiz de la Prada nos invita a su londinense refugio.
Es londinense, sí, su choza, pero tras escucharla atentamente durante algunas horas, percibo que es la clásica mujer adormecida en los años noventa y que nunca encontraría refugio ni siquiera en Park Avenue.
Ni en Lavapiés.
Tiene la amabilidad y la gentileza de invitarnos a tomar algo.
Se extiende en su beige chaise lounge, un sofá que debe ensuciarse con la misma facilidad con la que selectivamente se baja las bragas y se folla a los candidatos de esta ciudad tan aparentemente “in”.
Masculla experimentos empresariales que están realizando sus amigos de toda la vida y que a menudo se “suben aquí los fines de semana”.
Está de moda decir “este fin de semana me subo a Londres”.
Como si lo viera.
Como si pudiera escucharla.
Debe constituirle a la majestuosa dama un glamouroso morbo neurovaginal el pronunciar la frase : “¿Te subes a Londres este fin de semana?”
Es felina porque con agilidad se alza para acercarse a un equipo de música que tiene aspecto de playstation.
Una música que me produce un elegante rechazo comienza a sonar en las paredes del metálico cristal.
Está de moda, o se va a poner de moda, las pseudo-paredes de cristal con adornos cromáticos metalizados.
Cadencia de una charla con aroma a licor de albaricoque.
Y si no es albaricoque, es licor de maracuyá.
Y si no es maricuyá, es zumo de coño L´Occitane.
Este licor no tiene puto sabor : es un licor All-Bran.
Cadencia de una charla que agota mi neutralidad.
Me inquiere la anfitriona a que manifieste mi punto de vista sobre un determinado tema.
Y me pilla fuera de juego porque en ese preciso momento estaba pensando en Ana Botella y en sus compras de fajas navideñas.
Abstraído, pero no ausente, pronuncio mi opinión y queda literalmente perpleja porque en su caleidoscópico mundo, afirma, nadie le había planteado ese approach antes con el que ella está absolutamente de acuerdo.
La puta verdad es que me he inventado la respuesta, pero es que esta mujer necesita un approach, no una opinión.
Mi interlocutor, el que me ha co-invitado, me observa y se ríe ligeramente con la misma sorna con la que detrás de un confesionario se ríe un sacerdote salido.
Me nace en ese momento la idea felliniana.
Quasi-pasoliniana.
Me la imagino abierta de bruces pero de espaldas.
Esnifando materia blanca en líneas de a 3 sobre esta inmaculada megafashion mesa de centro de cristal.
Y al ritmo que su napia emule cual oso hormiguero, endiñarla inmisericorde al ritmo de alguna canción de “Enrique y Ana”.
Co-co-ua-ua.

Mi compañero londinense trabaja el salir a flote de la situación con su siempre medida maestría social.
La misma diplomacia que le hace llorar cuando me confiesa que está harto de sí mismo precisamente por tolerar continuamente situaciones como ésta.
La misma neurastenia perceptiva de sí mismo.
Pero sale a flote.
Casi todos los gays salen a flote.
Como él.
Por eso les admiro.
A él le admiro además no por ser sólo gay, free and happy.
Le admiro porque es un amigo que nunca me reprocha nada, ni siquiera cuando tiene que recurrir a su improvisación para solucionar una situación como ésta.
Ni siquiera cuando está a punto de morirse asfixiado por reprimirse las risas.

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Tres semanas después recibo un mail suyo.
Me comenta sus incidencias, progresiva y analmente cada vez más pakistaníes y menos británicas.
Me narra otras.
Y casi al final del mail, me dice que la familiar directa de una de las antiguas colaboradoras de Ágata Ruiz de la Prada le ha preguntado de nuevo que cuándo me “subo” a Londres.


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Y entonces pienso que Pasolini se descojonaría allí donde esté.
Y que me preguntaría que qué es más adictivo :
si el cristal, la materia blanca, las canciones de Enrique del Pozo ó el cimbrel barrenador.


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Art_Alegoría
Ciudad Interior
Diciembre 2006