jueves, abril 21, 2005

Smart


¨Un señor se va de cacería al África y se lleva su perrito para no sentirse sólo en ese lugar. Un día, ya en la expedición, el perrito, correteando tras las mariposas se aleja del grupo, se extravía y comienza a vagar solo por la selva. En eso ve a lo lejos que viene una pantera enorme a toda carrera. Al ver que la pantera se lo va a devorar, piensa rápido qué hacer. En ese preciso momento, ve un montón de huesos de un animal muerto y empieza a mordisquearlos. Entonces, cuando la pantera está a punto de atacarlo, el perrito dice: “ ¡Ah!, ¡que rica pantera me acabo de comer!!!!” La pantera lo alcanza a escuchar y, frenando en seco, gira y sale despavorida pensando: “¡Quien sabe que animal será ese, no me vaya a comer a mí también!!!”.
Un mono que andaba colgado en un árbol cercano y que había visto y oído la escena sale corriendo tras la pantera para contarle a ésta como le había engañado el perrito. “Estúpida pantera, si esos huesos ya estaban ahí!, además es un simple perro!!.”
El perrito alcanzó a darse cuenta de la malicia del mono.
Después que el mono le contó a la pantera la historia de lo que vió, ésta última, furiosa y colérica, le dice al mono: “ ¡Súbete a mi espalda, vamos adonde esté ese perro y vamos a ver quién se come a quién! ”. Y salen corriendo a buscar al perrito.
El perrito ve a lo lejos que viene nuevamente la pantera pero esta vez con el mono chismoso encima de ella. “¿¿ Y ahora que hago??!” piensa todo asustado el perrito. Entonces, en vez de salir corriendo, se gira, se queda sentado dándoles la espalda y haciendo como si no los hubiera visto, y cuando la pantera está a punto de atacarlo de nuevo, el perrito dice: “¡ Será hijo de puta este monoooo¡!, hace como media hora que lo mandé a traerme otra pantera, y todavía no aparece ¡!!. ”¨

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En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.

sábado, abril 09, 2005

Securitate

Conocí a T. en un viaje de verano, y ella iba acompañada de otra amiga, C., residentes ambas en la misma ciudad en la que vivo.

C. era mucho más resuelta : una chica sin complejos que sabía -y sabe- que las rachas de la vida son asimétricas. T., por el contrario, proyectaba una imagen de joven mujer entrada en los treinta con cierta desidia y apatía vital.

Llegó el otoño.
Y pactando entre los tres un café para poder conversar, me hicieron partícipe de la buena nueva : T. había conocido a un chico rumano, con el que había iniciado una relación. Recuerdo perfectamente su tendencia a la sonrisa durante toda aquella tarde.

A los pocos meses, y a través de C., supe que el chico rumano se había instalado en el piso de T. situado en una ciudad dormitorio.

Pasaron unos meses más.
Y C., en una llamada de viernes -lo recuerdo- me puso un poco más al corriente de las novedades asociadas. El chico rumano no tenía papeles. Lo cual no fue inconveniente para que instalara a su propio hermano, procedente de Bucarest, en el piso de T. Un trío inmobiliario. Una con papeles, incluyendo los de la hipoteca, y dos realquilados al margen de la legalidad.

Pasaron otros meses : y los dos hermanos, en un anecdótico viaje de "conocimiento" por parte de sus padres, aprovecharon para que en una súbita dolencia estomacal, el padre debiera ser ingresado de urgencias en un centro hospitalario público.

En aquel ínterim, el hermano, con la hormona excitada de la segunda juventud, sufrió un accidente de coche cuando se encontraba con otros conocidos rumanos que, casualmente, tampoco disponían de papeles excluyendo al propietario y conductor del coche.

Fue ingresado, y resultaba cruel desalojar a los padres mientras el hijo sanaba en el hospital público. Eso sí : los padres parece ser que eran organizaditos y consecuentes, pues se encargaban escrupulosamente de semanalmente hacer la compra en "Día", financiados mayoritariamente por los dignos fondos que T. gana como empleada de una entidad bancaria.

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Y pasaron más y más meses.
Hasta el día en el que C. me comunicó el updated stand of circunstances.
Los padres regresaron a la patria de Ceaucescu: entre otras razones, porque seis meses de convivencia conjunta dieron cancha observacional necesaria como para conocer a una eventual nuera.

El hermano voló una vez sanó.
Pero no transoceánicamente.
Voló, tras fructificar los intentos de conseguir un status similar, con una "no-agraciada" muchacha que conoció en la discoteca de las Carpas de una determinada localidad.

T. podría albergar la Segunda Derivada de la felicidad, tras menstruar tanta tanta tanta tanta paciencia.
Pero, pero, pero : su chico rumano fue sorprendido con extraños roces hormonales -oh, sorpresa- con joven rumana de la talla 36 afincada en otra zona de la metrópoli. Y, siguiendo la teoría de C., la caducidad de los 18 meses de polvos del Este comenzó a plasmarse como irreversible. Casi como la película : incluyendo hostias de por medio y con un "preocúpate tú por la pastilla que para eso eres la que se abre de piernas".

Obvio emitir el desenlace.

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En breves fechas quizá relate un caso similar con nacionalidad argentina.
Sólo habrá una diferencia : en este caso, no será T. la que vista de modernillo a su chico con ropa de Pull&Bear y de Zara. Será la chica argentina la que denote un especial gusto para ser vestida en boutiques estilizadas, previo pago de una felación al estilo ruso -"como nunca me lo habían hecho..."- con un cubito de hielo en la boca.

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jueves, abril 07, 2005

Oyente