“La antigua colaboradora de uno de los antaño alfiles de Alfonso Guerra luce con espléndida y renovada magnificencia el tránsito de los mediados 50.
Desprende un aroma jovial.
Los labios -con una suave tonalidad de color tierra- quedan perfilados sin estridencias.
Con un traje gris eléctrico, y con un top negro, la estupenda dama sortea con el mismo gracejo y con el mismo desparpajo de siempre las verdades caleidoscópicas de quien se sabe ya en el penúltimo tránsito, las verdades difusas de quien ya adivina que éstos serán ya sus últimos años con irreprochable salud, las verdades semiagrias de quien añora comprar Saldeva y silencia ahora comprar en la farmacia aquellos elementos de contención que nunca pensó que acabaría usando.
Me comenta que hace poco tiempo que regresó de nuevo a Madrid.
Dejó la capital tras el fiasco del “España en Positivo”, hastiada de lo que -según ella- se convirtió en una lenta degeneración iniciada en 1986.
Sucintamente, me destila conceptos en los que -aún, tras todo este tiempo- percibo que le queda por sellar con silicona heridas en el pecho.
“-Y así fue. Los alardes del embellecimiento no me contentan. Fue, más o menos, como te lo cuento. De repente, yo, que no sabía importar el fichero de los contactos del Outlook pero conocía el dominó de más de 800 cargos agradecidos al felipistema, me ví desplazada por las chicas que llegaban matinalmente medio húmedas por excesos de Dedos, Teclados, y otros elementos nocturnos.”
Le ofrezco un Winston, que acepta.
Observo el Bolso que deja en la mesa : y como cántico a la experiencia que le concede sus más de 408 menstruaciones, me mira, sonríe, y añade :
“-Es pirata, es de imitación. Tengo aspecto de chica alegre del casino de Torrelodones. Ya lo sé. Pero es que esta tarde-noche quiero reventarle el marcapasos a un señor que me trata con ternura.”
Y nos reímos.
Le pregunto por L.
Me comenta que L, su hijo, está bien, que le va bien.
Yo sé que le va bien.
Me comenta que no se subió a la new-gay-wave del oportunismo trendy.
Lo sé, y me consta.
“-Mi hijo ha sido Maricón siempre : con dos cojones. Que, ya sabes : ser gay es Cosa de hombres ¡”
Y nos reímos.
Tiene la misma sana hilaridad que Victoria Prego, sólo que cambiándole los dientes a ésta última.
Y es entonces cuando me la imagino con treinta años menos y, sí, sí, puedo imaginarme que, efectivamente, nunca mejor dicho, Tierno debió recrearse con su sonrisa y con su culo.
Un Tierno culo.
Y reminiscencias en off del PSP.
Y del sexo oral en el Seat 124, en el 127. En el Dyane 6. Y en el R-12.
Con un ministrable que no llegó.
Repara a continuación, con semblante imparcial, en la trayectoria reciente de algún conocido común. Omito alguna referencia que sé que puede incomodarle.
“- Fueron años para callar muchas cosas. Lo que pasa es que no siempre se supieron ocultar. Y tú sabes que hubo otras, que deliberadamente no se desearon ocultar.”
Inhalamos.
La observo.
Algo se agrieta en la mirada.
La conmino a que continúe explayándose. Pido el segundo Bitter Kas en esta cafetería próxima a San Bernardo y me parece ofenderla cuando el camarero apunta la comanda. Por un momento creo que tengo frente a mis ojos a una Simone de Beavoir a la que tan sólo le falta el brandy que completa una secuencia fílmica en plano general.
Intento distraerla con un comentario fútil y banal.
Pero 408 menstruaciones totalizan mucha subterránea sagacidad.
“- Formo parte de un ejército en la sombra. Y en la Reserva. En la Reserva del Olvido y del Deshecho : formo parte, como tantísimos otros, de aquellos que trasnochábamos pegando carteles electorales, de los que enloquecíamos con el caos organizativo de los mítines, de los que tragábamos saliva la noche de Febrero. De los que en algún momento ayudamos a ocultarse a alguien al que los grises le perseguían. Yo formo parte de todo eso. Yo pertenecía a eso que llamaban la militancia de base y , sí, asumo, tuve la suerte en un determinado momento de estar cerca del más ambicioso. Ahora soy Exponente de quien no interesa que esté cerca. Ahora se aprovecha la mínima oportunidad para recordárseme que las cuentas quedaron saldadas. Que el aroma y el clima del Levante es beneficioso para quienes sabemos quién, qué, cuánto y cuándo. Implacable, sistemáticamente se nos ha subvencionado con el Dulce Retiro, justo, justo, cuando nunca hemos atesorado tanta experiencia, tanta sabiduría como ahora.”
Su boca se acerca al vaso con la misma timidez con la que una adolescente enfundada en unas bragas de anciana se observa a sí misma reflejada en un espejo.
El sorbo muere en el instante en que, ágilmente, añade :
“- Como en aquella serie de Adolfo Marsillach : “La Señora García se confiesa”. No soy ni Lucía Bosé. Ni Nuria Espert. Soy un eslabón de una cadena oxidado por el olvido.”
La observo de nuevo.
Ignoro si volveremos a vernos tras otros seis años.
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Art_Alegoría
Ciudad Interior
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