SilkEpil

Enciende la lámpara halógena, y el salón queda iluminado tenuemente, de una forma tamizada, difusa, propiciando el intimismo en una noche de un otoño cercano. El silencio queda quebrado con una acotación por su parte que a ella le produce una cierta hilaridad.
Es la misma hilaridad que dos años atrás, pero es la hilaridad que le permite identificarle, la inequívoca marca de que no es una réplica de Lladró de sí mismo, de que no es su propio auto-impostor :
“- Fíjate. La función ha durado dos horas y cuarto a lo sumo. Hemos tardado casi una hora y media en llegar y en poder aparcar. Y casi más de una hora en regresar. Jodér. Lo nuestro es amor de Teatro, nos lo curramos. Somos putos aficionados a un arte a pesar de ese Virus que es el puto tráfico de este Madrid.”
Mientes. Te mientes. Se dice a sí misma.
Los sábados alternos saben a gloria y a castigo. Alternativamente, en series de 2x1.
No todas pueden trabajar en el Ramón y Cajal.
Desde luego que no.
Los resortes íntimos de Sonia atesoran un laberinto de flashes asociados al erotismo de meterse en un coche un sábado por la noche.
Cómo me rallo, como diría mi sobrina.
Es que es verdad, que es cierto. Que tendría que retroceder muuucho tiempo atrás, pero que tengo en la memoria aún el Cerro de los Ángeles, y aquel viejo Seat Ronda y el Renault 18. Con aquel chico que vivía en Legazpi y con el de La Oroquieta.
Qué recuerdos, especialmente con el de La Oroquieta, para qué decirle yo nada ahora a mi sobrina.
Ilusos de ingenuidad, insultantemente jóvenes.
Protagonistas de un entonces acomplejado Madrid Sur ; parvulario de un sexo lejano amenizado en la periferia de la metrópoli .
Se quedan, se incrustan en la memoria. No se borran. Las selectivas Escenas.
Radio Minuto.
Police, 1986.
Don´t stand so close to me.
Y yo con el sexo del de la Oroquieta en mi boca.
E interrumpimos la emisión.
Que no la felación.
Ha fallecido Tierno Galván.
“Soniaa....Soniaaa.....soni...soni....que....me...me...me... ..córro.....”
Orgasmo fúnebre.
La memoria y un fallecido alcalde unidos de por siempre a un sabor extraño en la Garganta.
Tierno.
La hilaridad, su hilaridad.
Me gusta ese toque quijotesco con el que se acerca al mueble-bar buscando su cognac, intentando disimular que lo que en realidad urgentemente desea es ése, su puto momento pavloviano, cuasi-pletórico en el que me dirá :
“- Un día, en serio, nos vamos a apuntar a uno de esos cursos de cata de vino, a uno de ésos a los que van Carlos y Ana, y a los que creo que también me dijiste, ¿no? que han ido Fernando y Caty.”
La dualidad de la previsibilidad masculina.
Odiala, decía Chanel, para rememorarla después.
Por cierto : Carlos, Ana, Fernando y Caty ya han debido acabar el ¨Postgrado¨ en Enología. Porque ya llevas, capullo, dos años –dos-, diciendo que un día nos vamos a apuntar.
Y porque deseo observar cómo los efectos del vino transitan en los silencios y en las sonrisitas con Ana. Con vuestras tonterías. Las de ambos. Que yo sea de Madrid Sur no me vuelve miope ; a ver si te crees que no me doy cuenta de cómo la muy puta te observa con la precisión dejadiza de quien se aburre en el tedio vital con su Carlos.
La mosquita muerta.
Con sus tetas de Terelu.
Por favor.
No habrás pensado que esos “vuestros detalles” me han pasado desapercibidos. Y lo que más me jode es que tengo perdido el pique comparativo : clama al cielo, pero es que este Carlos parece sacado de un guión de los Cohen. Por favor. Carlos. Si hasta el nombre empieza mal. Y además subsinpector de Hacienda, con aspecto y mente grisácea de oposición de un arquetípico subinspector de Hacienda. Ni sabe quiénes son los Cohen y seguramente ni Leonard. Rectifico.
Perdona Carlos : no me oyes ni sabes lo que estoy pensando, pero perdona.
Perdona.
Cómo me paso.
Me rallo, como me dice mi sobrina.
Hilaridad versión cognac.
Eslabón de mecánica masculina. No mecánica cuántica.
No hay lugar para las espirales sartrianas.
Eres un botijo.
Un botijo con forma de reivindicativa pilila en este momento.
Que te veo venir cuando pones esa sonrisilla y te acercas al sofá.
Un día me tienes que contar con pelos y señales la historia de este sofá, el Salotti.
Es tan rojo, tan duro, que huele a psique, a sesión, a diván, a terapia.
Salotti, que me suena a Salido.
Y te ríes.
Ya me contaste una vez que sólo tú sabías –y a partir de aquel instante, yo también- que lo había financiado indirectamente Polanco tras un pequeño favorcito mediático. Y que había sido muy generoso.
Tú y tus misterios maximizados de una vida menor.
Tus recovecos en un horizonte corporal abierto.
Tus laberintos de Torre Picasso.
“- Uno se pasa muchos años intentando discernir hacia dónde desea ir. Hacia dónde desea llegar. Te comprometes tanto con ese objetivo que crees dotarle a la vida incluso de un verdadero, de un clarividente sentido. Poco a poco empiezas a saberte conocedor de tu verdad. O de la que te impone la vida. Ya sabes. Empiezas a entender cosas, cada vez con mayor inicial cruel contundencia. Desembocas en conclusiones, cada uno a su manera. Yo he desembocado en ser consciente de hacia dónde ya no deseo ir, ni deseo llegar. ¿ Y a qué viene -te preguntarás- que te suelte esto No, jajaja .. , no se me ha subido el cognac. Ya sabes que no. Sonia, hemos visto esta noche una obra muy, muy buena, muy bien trenzada a la hora de canalizar ese argumento. ”
Me quedo observándole.
Me vienen a la mente y sin saber por qué las soporíferas tardes en la Ciudad de los Angeles.
En contraposición.
Se extiende en la cercanía una ambivalente mezcla de aromas procedentes de su aftershave, de su perfume y de su aliento a cognac.
Un segundo, un segundo.
Se despierta en mí una extraña alarma sutil : ¿ por qué no usa nunca cualquiera de las dos colonias que le he regalado ?
Humm...
Recelo.
Prescindo del mismo.
Vuelvo a calmarme.
Ommm.
He calmarme.
Ommm.
Voy a conseguir calmarme.
Ommm.
Me calmo.
Hay una atmósfera que invita a ello.
Me calmo observándole quirúrgica y delicadamente, barrocamente ahora él semialojado en el caro carísimo polanquiano rojo sofá.
Reptando hasta mi regazo.
“- ¿ .. Sabes que me gusta mucho esta blusa que llevas .. ? Se te marcan los pezones de una forma que parecen dos granos de café ...”
La misma hilaridad que dos años atrás, la misma, la que permite identificarle.
Mientes. Te mientes. Se dice a sí misma.
Sólo parcialmente.